KRISHAN. EL HIJO DEL SOL

sábado, 12 de septiembre de 2009

LA ISLA NOCTURNA



Foto de Juan Pomponio Castiglione

CAPÍTULO 2

Recostado en la plaza, bajo la fresca de los árboles, Krishan goza de la existencia en un acto tan simple como respirar el aroma de las flores que lo embriagan. Tendido sobre la hierba contempla el vuelo de las nubes imaginando historias que surcan por el cielo. Mezclado en una etapa entre la adolescencia y la adultez, camina por las calles de Kumer en otro estado. Siente como cantan los pájaros, admira el brillo de las estrellas, pequeñas perlas incrustadas en la noche. Y mantiene largas conversaciones con seres de otras realidades.
Su entrañable amigo Santiak lo acompaña en casi todas sus aventuras. Juntos, recorrían la comarca por todas partes, no había rincón que no conocieran. Sentados a la vera del camino, donde el río forma una pequeña bahía, Santiak le habló.
-Hace mucho tiempo que no visitamos a nuestro viejo amigo Rafael.
-¿Y que estamos esperando? Vamos a preparar lo necesario y salimos mañana, cuando apenas amanezca. Tenemos un largo trecho hasta la Isla Nocturna. Paraíso de los pescadores -dijo Krishan a media voz-. Allí, los lugareños aún fabrican sus propios anzuelos de forma ancestral.
Entusiasmados por la idea del viaje hacia la isla, se fueron a dormir bien temprano. Les esperaba una jornada agotadora, al menos un día y medio de marcha. Rafael siempre disfrutaba de sus amigos. La pesca era su pasión.
En Kumer, bajo la pasmosa tranquilidad característica durante casi todos los días del año, salvo cuando llega el Fabuloso Circo Mágico; detrás del escenario que parece real, existe un caldero realizado por quienes pretenden transmitir la fragancia de la transformación social, que bulle a fuego lento con burbujas de sabiduría que ascienden al cielo
Rafael los recibió como siempre, ofreciéndoles todo su afecto. En la vieja canoa, construida por las expertas manos del anciano, se internan en el cauce acuático que los conducirá hacia la Isla Nocturna. A medida que avanzan penetrando en la oscuridad del río, los peces saltan como fósforos encendidos. El aullido de los monos desvelados por la presencia humana asusta a los jóvenes.
-No teman –dijo Rafael con voz ronca-. Gritan porque tienen miedo de nosotros. Los cazadores les han dejado una huella sangrienta entre ellos. Todavía recuerdan las matanzas de animales que luego comercializaban. Es el lamento del mono bramador que gime de espanto ante la llegada del hombre.
-¡Recuerdan!– exclamó Santiak
- Si, aunque muchos no lo crean y otros duden. No es la primera vez que el hombre extingue una especie animal. A su paso ha dejado una larga lista de exterminios. Como pretenden hacerlo con las crías de focas que matan a garrotazos, entre otros animales amenazados por la avaricia cruel del ser humano. Todo esto para que algunas mujeres se vistan de gala y llenen en apariencia el tremendo vacío existencial.-sentenció Rafael.
Los remos penetran el agua abriendo surcos invisibles. El canto de los grillos despide a la noche. Las márgenes del río Tahal comienzan a despintarse. Una bandada de patos cruza el cielo. El murmullo de la espesura trae sonidos desconocidos. Croar de ranas metálicas, loros azules que vuelan entre los árboles, toda clase de animales que despiertan. La selva cruje su canto. La canoa sigue avanzando lenta, lo hace durante horas interminables hasta que de pronto, una pequeña isla surge en medio del río. Habían llegado.
Una vez instalados bajo la choza improvisada por Rafael, Construida con palos y hojas de plátanos, encendieron un fuego para calentar un poco de agua y tomar unas infusiones. Las líneas de pesca estaban tendidas, sólo había que esperar. El sol brilla como un dios. El calor comienza a presionarlos. Ellos sienten una dicha inmensa. Con sus ojos negros como la noche que se había retirado, Santiak arremetió con una pregunta que tenía guardada desde hacía mucho tiempo.
-¿Es verdad lo que dicen sobre la realidad de Kumer?
Alisando su barba blanca, Rafael le respondió:
-La realidad de la actual civilización del hombre gris había activado la creación de Kumer. Se trata de una aldea que se encuentra pasando los límites de la frontera entre la realidad y la ficción. Sólo pueden llegar aquellos que comienzan a despertar. Se halla apartada de aquél mundo en peligro. Funciona desde otro plano. Existe muy cerca de la conciencia. No figura en los caminos tradicionales del ser humano.
-¿Si todas las rutas de acceso permanecen invisibles para los hombres que pretendan alcanzarla cómo harán para encontrarla?– siguió preguntando Santiak.
-Es imposible que puedan lograrlo si continúan mirando con las vendas impuestas por aquél sistema. – replicó Rafael.
-No logro comprender. – dijo Krishan.
Caía la noche, las chozas que se veían a la distancia encendían sus faroles. El cielo encapotado de nubes, ocultaba las figuras de algunas embarcaciones regresando con la pesca. Pasaban sigilosas.
Los amigos se miraban como queriendo comprender las palabras del viejo Rafael. Se daban cuenta que él era parte de las personas que en Kumer se reunían formando pequeños núcleos de enseñanzas distribuidos en diversos puntos de la comarca, y en otras regiones del mundo, funcionando con resguardo de quienes ostentaban las zarpas del poder.
Sentados formando un semicírculo en torno al fuego, Santiak habló con voz pausada.
-Entonces según tus palabras, quiere decir que la verdad con respecto de la ubicación de Kumer, tiene que ser descubierta por cada persona que quiera salirse del Mundo Gris.
-La conciencia es el camino más directo hacia Kumer.- finalizó Rafael.
Luego se incorporó, fue hasta la orilla, tomó la caña y notó que el cordel estaba muy tenso. Con un pequeño tirón hacia atrás, clavando el anzuelo en un pez distraído, la cena estaba asegurada.